
El gobierno de Napoleón regresó a sus formas más moderadas, las que mostraba al principio con Luis XVI aun con vida y defensa de una monarquía constitucional popular.
Sus dotes militares, su don de mando y su temple inquebrantable lo llevaron a conducir a su nación por tres nuevos periodos hasta la consolidación absoluta de su poder, para ello e apoyó en el Ejercito Revolucionario y en la Alta Burguesía (los líderes del Tercer Estado), los grandes triunfadores de la revolución. Al principio participó del Consulado, entre los años 1799 y 1802, para luego establecer un Consulado Vitalicio (1802-1804) y finalmente el Imperio (1804-1815).
Napoleón fue el encargado de reorganizar las instituciones francesas, centralizó el poder mediante la administración local, para ello nombró nuevos cargos públicos, como los jueces, de tal manera que configuró una estructura democrática mucho más compleja. Aquello permitió instaurar por ley los preceptos antes defendidos por la revolución, entre ellos la soberanía, la libertad individual de todas las personas, el derecho a la propiedad privada, la libertad económica y, por supuesto, la igualdad ante la ley basada en la declaración de los Derechos del Hombre.

Aún con todo Napoleón significaba el fin del Antiguo Régimen, pues tal como había pasado con Francia, pretendía que Europa entera dejara atrás a la sociedad estamental de la cual era presa desde la Edad Media (formas feudales en política y economía). Para ello estableció una política imperialista y militarizada, dispuesta a acabar por la fuerza con el caduco Antiguo Régimen. Dentro de este contexto, significaron fáciles victorias para el moderno ejercito napoleónico, los enfrentamientos con Austria, Prusia y Rusia (dirigidos por Inglaterra, el histórico enemigo de Francia). De esa manera no sólo avanzaban los militares galos, también las ideas constitucionalistas dirigidas por las clases aristocráticas de cada una de las naciones vencidas, las cuales derrocaban a sus monarquías y se volvían afectas al régimen imperial napoleónico, aunque en muchos casos por vinculo familiar, lo cuales ocupaban los altos cargos de un ejercito que no dejaba de crecer y avanzar sobre los restos de la Europa absolutista.
Los triunfos franceses en Ulm, Austerlitz, Jena, entre otros, no encontraron interrupción durante un buen tiempo, hasta el fracaso del bloqueo naval a Inglaterra. Una alianza hispano-gala cayó finalmente derrotada en Trafalgar. Aquella alianza había significado un gran desgaste durante la llamada Guerra de Independencia. Esto provocó una desmoralización en las tropas, que se encontraron con una fuerza inglesa no superior, pero sí muy bien preparada. A su vez que el avance sobre Rusia se vio interrumpido y socavado por el invierno.
Derrotado en Leipzig (1813), Napoléon fue desterrado a la isla de Elba (1814). Sin embargo su red de apoyo era amplia y logró huir, deponiendo el retorno a la monarquía que en ese lapso había sufrido su amada república, en persona de Luis XVIII (dinastía borbónica). Sin embargo dicho lapso fue muy breve (sólo 100 días), pues tras ser derrotado en la batalla de Waterloo en 1815, fue desterrado a la isla de Santa Elena en donde falleció 6 años después.
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